(Que nadie está exento de cometer)
Verónica Sukaczer
(Cortesía: Gonzalo Rave)
Creer que se
ha escrito realmente lo que uno tenía en la cabeza (pecado típico de
tallerista).
Escribir una
obra fabulosa con un primer párrafo olvidable.
Escribir un
cuento fantástico, pero al final todo resulta ser un sueño (pecado típico de
autor inseguro).
No darle
bolilla a los errores de ortografía porque total el editor los va a corregir si
la obra es maravillosa.
Creerse
escritor luego del primer cuento publicado en una revista que nadie lee.
Decir que
uno "no corrige" porque lo que importa es la espontaneidad.
Decir que
uno "no corrige" porque la literatura es escribir sin pensar, dejar
que las palabras fluyan.
Ganar una
mención en un concurso literario de la Biblioteca Popular Platero y Yo de “Villa
Tachito”, y decirlo a los cuatro vientos.
Escribir un
gran cuento con un título lamentable.
Escribir un
gran título para un cuento lamentable.
Creer que
los adjetivos ayudan a plasmar los sentimientos con que uno escribe.
Creer que
los adjetivos ayudan.
Compararse
con escritores de moda para contar el estilo propio ("escribo como
Cucurto, ¿viste?").
Creer que
los editores son todos unos h.de p., porque no te publican.
O que existe
un boicot editorial contra uno mismo.
Escribir sin
signos de puntuación porque un gran escritor así lo hizo.
No saber
usar los signos de puntuación.
Repetirse
hasta el infinito, contando una y otra vez la misma historia en el mismo
estilo.
No leer
buena literatura incansablemente "para no contaminarse".
Creer que si
se lee fácil, no es literatura.
Creer que si
es entretenido, no es literatura.
Escribir
bajo el influjo de grandes emociones.
Buscar en
Internet consejos para escritores.
Enviar
cuentos o novelas a escritores que uno no conoce, pidiéndoles que lean el
trabajo y les den una opinión.
Escribir
para el mercado, lo que se vende.
Defender a
muerte los cuarenta lugares comunes que uno escribió en su mini relato.
Decir que
uno escribe sólo "para sí mismo".
Poner
siempre algo de sexo o de violencia en cada texto, porque eso "es lo que
el público espera".
Escribir
para chicos con diminutivos.
Creerse por
encima de los lectores.
No leer
literatura popular (ni siquiera como curiosidad para saber qué se está leyendo
en un momento dado) por prejuicio.
Creer que
todas las mujeres escritoras escriben estilo "Allende".
Hablar de
libros y de literatura y sólo de libros y de literatura.
Cargar
siempre con un libro clásico que nunca se leyó, como accesorio de moda.
Descreer de los
talleres literarios.
Creer
demasiado en los talleres literarios.
Nunca darle
una mano a quien empieza.
No divulgar
jamás el nombre de un editor, para evitar que el enemigo le envíe sus libros.
Escribir
como si se tuviera una fábrica de libros: uno tras otro sin descanso.
Autopublicarse
(pecado mortal).
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