miércoles, 27 de agosto de 2014

Capitulo 10 Rayuela



Las nubes aplastadas y rojas sobre el barrio latino de noche, el aire húmedo con todavía algunas gotas de agua que un viento desganado tiraba contra la ventana malamente iluminada, los vidrios sucios, uno de ellos roto y arreglado con un pedazo de esparadrapo rosa. Más arriba, debajo de las canaletas de plomo, dormirían las palomas también de plomo, metidas en sí mismas, ejemplarmente anti-gárgolas. Protegido por la ventana el paralelepípedo musgoso oliente a vodka y a velas de cera, a ropa mojada y a restos de guiso, vago taller de Babs ceramista y de Ronald músico, sede del Club, sillas de caña, reposeras desteñidas, pedazos de lápices y alambre por el suelo, lechuza embalsamada con la mitad de la cabeza podrida, un tema vulgar, mal tocado, un disco viejo con un áspero fondo de púa, un raspar crujir crepitar incesantes, un saxo lamentable que en alguna noche del 28 ó 29 había tocado como con miedo de perderse, sostenido por una percusión de colegio de señoritas, un piano cualquiera. Pero después venía una guitarra incisiva que parecía anunciar el paso a otra cosa, y de pronto (Ronald los había prevenido alzando el dedo) una corneta se desgajó del resto y dejó caer las dos primeras notas del tema, apoyándose en ellas como en un trampolín. Bix dio el salto en pleno corazón, el claro dibujo se inscribió en el silencio con un lujo de zarpazo. Dos muertos se batían fraternalmente, ovillándose y desentendiéndose. Bix y Eddie Lang (que se llamaba Salvatore Massaro) jugaban con la pelota I'm coming, Virginia, y dónde estaría enterrado Bix, pensó Oliveira, y dónde Eddie Lang, a cuántas millas una de otra sus dos nadas que en una noche futura de París se batían guitarra contra corneta, gin contra mala suerte, el jazz.

— Se está bien aquí. Hace calor, está oscuro.
— Bix, qué loco formidable. Poné Jazz me Blues, viejo.
— La influencia de la técnica en el arte —dijo Ronald metiendo las manos en una pila de discos, mirando vagamente las etiquetas—. Estos tipos de antes del long play tenían menos de tres minutos para tocar. Ahora te viene un pajarraco como Stan Getz y se te planta veinticinco minutos delate del micrófono, puede soltarse a gusto, dar lo mejor que tiene. El pobre Bix se tenía que arreglar con un coro y gracias, apenas entraban en calor zás, se acabó. Lo que habría rabiado cuando grababan discos.
— No tanto —dijo Perico—. Era como hacer sonetos en vez de odas, y eso que yo de esas pajoterías no entiendo nada. Vengo porque estoy cansado de leer en mi cuarto un estudio de Julián Marías que no termina nunca.

domingo, 17 de agosto de 2014

Ejemplos de Anáfora



Vi 
el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra
pirámide,vi un laberinto roto […]


(Del cuento "el Aleph de Jorge Luis Borges. Nota: la frase completa es mucho más larga —414 palabras— y todo el tiempo va repitiendo “vi”.)

Después, todo es demasiado tarde. Después, está un auto azul al sesgo del camino, y una mujer que grita retira la mano de la boca y la mano sangra. Después, un hombre abre la puerta de un coche y trata de mantenerse en pie, aunque tiene un abismo de terror dentro de sí. Después, hay algunos terrones de azúcar blanca desparramados absurdamente entre la sangre y la arenilla, y un niño yace inmóvil boca abajo, con la cara duramente apretada contra el camino. Después, llegan dos lívidas personas que no han podido beber su café, que salen corriendo desde la verja y ven en el camino un espectáculo que jamás olvidarán.

(Del cuento “Matar a un niño”, de Stig Dagerman)

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidado le ofrece;
sueña el pobre que padece,
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende(...)

(Calderón de la Barca, de La vida es sueño)


Y las palabras que pudieron articular fueron: detenga de inmediato el taxi que nos bajamos. O 
bien: detenga su asqueroso vehículo que nosotros preferimos apearnos. Cosa que el paquistaní 
hizo sin demora, accionando, al tiempo que aparcaba, el taxímetro, y anunciando a sus clientes 
lo que éstos le adeudaban. Acto consumado o última escena o último saludo que Norton y 
Pelletier, tal vez aún paralizados por la injuriosa sorpresa, no consideraron anormal, pero que 
rebalsó, y con creces, el vaso de la paciencia de Espinoza, el cual, al tiempo que bajaba, abrió 
la puerta delantera del taxi y extrajo violentamente de éste a su conductor, quien no esperaba 
una reacción así de un caballero tan bien vestido. Menos aún esperaba la lluvia de patadas 
ibéricas que empezó a caerle encima, patadas que primero sólo le daba Espinoza, pero que 
luego, tras cansarse éste, le propinó Pelletier, pese a los gritos de Norton que intentaba 
disuadirlos, las palabras de Norton que con la violencia no se arreglaba nada, que, por el 
contrario, este paquistaní después de la paliza iba a odiar aún más a los ingleses, algo que por 
lo visto traía sin cuidado a Pelletier, que no era inglés, menos aún a Espinoza, los cuales, sin 
embargo, al tiempo que pateaban el cuerpo del paquistaní, lo insultaban en inglés, sin 
importarles en lo más mínimo que el asiático estuviera caído, hecho un ovillo en el suelo, 
patada va y patada viene, métete el islam por el culo, allí es donde debe estar, esta patada es 
por Salman Rushdie (un autor que ambos, por otra parte, consideraban más bien malo, pero 
cuya mención les pareció pertinente), esta patada es de parte de las feministas de París (parad 
de una puta vez, les gritaba Norton), esta patada es de parte de las feministas de Nueva York 
(lo vais a matar, les gritaba Norton), esta patada es de parte del fantasma de Valerie Solanas, 
hijo de mala madre, y así, hasta dejarlo inconsciente y sangrando por todos los orificios de la 
cabeza, menos por los ojos.

Cuando cesaron de patearlo permanecieron unos segundos sumidos en la quietud más extraña 
de sus vidas. Era como si, por fin, hubieran hecho el ménage à trois con el que tanto habían fantaseado

(Roberto Bolaño-2666)


"Pero el amor, esa...
...palabra...Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero

(Julio Cortázar- Rayuela).