viernes, 9 de octubre de 2015

Sobre el Hipérbaton



16. UNA POESÍA EXPERIMENTAL

En el uso del hipérbaton, Góngora fue Maradona, el non plus ultra de las trasposiciones. Hay quienes dicen que hasta se le fue la mano. Lo cierto es que a nosotros,poco familiarizados con el saber de su época, nos cuesta leerlo a primera vista. Y también a segunda vista. “Es necesario profundizar”, explican los que saben. Y tienen razón: podemos entrar en los vericuetos gongorinos sólo gracias a los estudios de eruditos como Dámaso Alonso, que solía cumplir con la hazaña de recitar de memoria las sesenta y tres estrofas de la Fábula de Polifemo y Galatea. Pero, dejando a un lado el libro Guinness, me gustaría comentar un momento del Polifemo para mostrar, en la próxima nota, cómo valernos del hipérbaton. Veamos la descripción de la caverna del cíclope:

De este, pues, formidable de la tierra
bostezo, el melancólico vacío
a Polifemo, horror de aquella sierra,
bárbara choza es, albergue umbrío.

Clarísimo, ¿verdad?

Hablando en serio, me detendré en la “traducción” de los versos, para que se entienda mejor lo que diré acerca de aquel formidable de la tierra bostezo. Según la versión de Dámaso Alonso, Góngora acaba de expresar esto:

El triste hueco de este formidable bostezo de
la tierra (el hueco de esta enorme gruta) sirve al
gigante Polifemo, horror y espanto de aquellos
montes, de bárbara choza, de sombrío albergue [...]

Los comentaristas destacan la violencia del hipérbaton; el orden lógico sería “formidable bostezo de la tierra”, para significar “el agujero de la gruta”, como apuntó Alonso en su versión en prosa. Pero hay algo más: la ruptura que se produce entre la última palabra del primer verso (“tierra”) y la primera del segundo (“bostezo”), crea una pausa que se acomoda al movimiento fisiológico de... un bostezo.

De este, pues, formidable de la tierra
bostezo, el melancólico vacío

¿Qué tal?
Cosas del barroco.
Como bien dijo Alonso:

"Góngora partía de la gran libertad —tan expresiva— que la frase castellana tiene para el
orden de sus voces. Pero exageró esa libertad en términos intolerables fuera de su propio arte. Con
la poesía gongorina estamos ya en un límite experimental."

En la nota siguiente veremos cómo se puede trabajar con el hipérbaton hoy, casi cuatrocientos años después de Góngora.

17. LAS VUELTAS QUE TIENE LA FRASE

Sin llegar a cometer las monstruosidades —o genialidades, según se vea— de Góngora, hoy se puede escribir con el mismo espíritu, con la misma intención de expresar las ideas mediante las palabras más adecuadas. A veces la palabra justa puede cobrar nuevo significado, puede fortalecerse con una simple torsión. Lo descubriremos leyendo el final de “La madre de Ernesto”, de Abelardo Castillo, un cuento ya clásico de nuestra literatura. Si no conocen la historia, no se preocupen: no voy a arruinarles la fiesta, como hacen aquellos impertinentes que ya vieron la película y nos adelantan lo que sucederá. Si quieren
leer el texto de Castillo antes de seguir, “La madre de Ernesto” los espera detrás de Las otras puertas, primer libro de relatos de este brillante autor.

¿Ya están ahí?

"Después pareció haber entendido oscuramente
algo, y nos miró con miedo, desgarrada, interrogante.
Entonces lo dijo. Dijo si le había pasado
algo a él, a Ernesto.
Cerrándose el deshabillé lo dijo."

Presten atención al hipérbaton de la última línea. Degusten la caída de la frase, que también se apoya en
la repetición de la palabra “dijo”. Hay un tono en ese “Cerrándose el deshabillé lo dijo” que contiene la emoción del narrador: él estuvo ahí, junto a la madre de Ernesto, en medio de esa circunstancia que ustedes ya sabrán...y nos lo cuenta, provocando también nuestro sentimiento.

A pesar de que las palabras son las mismas, no da igual decir:

"Cerrándose el deshabillé lo dijo."

que

"Lo dijo cerrándose el deshabillé."

Por una finalidad estética se ha alterado el orden lógico de la frase.
Trasposición, como en los tiempos de Góngora.
Pero en prosa, y escribiendo.

domingo, 4 de octubre de 2015

Decálogo del Cuentista


Julio Ramón Ribeyro, escritor peruano, como lo hiciera Horacio Quiroga , estableció diez pautas para elaborar una excelente narración breve. Es que, al contrario de lo que muchos asumen, escribir un cuento exige mayor rigor que la novela. Julio Cortázar dijo alguna vez que la novela gana por puntos y el cuento por nocaut. En definitiva, el cuento debe impactar en pocas palabras. Su imperativo es la concisión. El decálogo de Ribeyro debiera servir de referente para todo novel escritor.

DIEZ PASOS

I. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.

II. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real, debe parecer inventada y si es inventada, real.

III. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.

IV. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto, mejor. Si no logra ninguno de estos efectos, no existe como cuento.

V. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.

VI. El cuento debe solo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.

VII. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.

VIII. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.

IX. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.

X. El cuento debe conducir necesaria e inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.